Cuando implantamos un proceso de calidad, hay que ser consecuente con su utilización, no se puede dedicar mucho esfuerzo a plantearlo, describirlo, habilitarlo y pautarlo, y despues saltarse las reglas impuestas a la torera.
En un proceso de control de calidad, la responsabilidad recae en una persona, el lider de QA, el QA Manager, el responsable de Calidad o como se quiera llamar, y es él, en todo momento, el que tiene que decidir si algo está o no está OK para ser desplegado o entregado a Producción (o a UAT).
Una vez que se ha evaluado que el entregable no es correcto, mediante, por ejemplo, un resultado negativo en la ejecución de los casos de prueba, se puede consensuar y priorizar que es lo que se va a solucionar antes y que se le entregará a cliente con total garantía.
Evidentemente lo que no vale y que, a corto plazo, acaba afectando a la reputación del proyecto, es mirar hacía otro lado y entregar a cliente sea como sea. Si esto sucede, podemos tener la mayor de la tranquilidad a nivel interno, pero si se habla con los usuarios finales, acaba descubriendose la verdad y solo el hecho de nombrar a la aplicación, causa escalofrios.
Cuando nuestros clientes están contentos y satisfechos de utilizar la aplicación que les ofrecemos, es cuando pueden utilizarla, semana tras semana, sin ningún problema. No cuando una semana pueden hacerlo y a la siguiente, no, porque hemos desplegado en producción una versión con regresiones.
Uno de los puntos fuertes de este proceso, es detectar que estamos haciendo mal, implementando posteriormente, una serie de mejoras o correctivos que han de cumplirse obligatoriamente para no volver a recaer en los mismos problemas en cada entregable. Es una pena, el invertir gran cantidad de tiempo y dinero en un plan complejo y completo de calidad y que todo caiga en el olvido o no se utilice como debe. Además, es realmente frustrante el tener todas las herramientas necesarias y no utilizarlas adecuadamente, llegando a mirar hacía otro lado para poder desplegar a producción, creyendo a pies juntillas que estamos haciendo lo correcto.
Si implantamos un proceso de control de calidad, tenemos que ser consecuentes con su aceptación y su utilización, aplicando cada norma, cada restricción y no hacer una calidad de cartón-piedra.
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