Gracias por tanto y descansa en paz


Hace tan solo 24 horas, recién aterrizado para comenzar mis vacaciones, al encender el móvil para avisar que habíamos llegado bien mi mujer y yo, me saltó un whatsapp, un maldito y fatídico mensaje que me avisaba que había fallecido un familiar muy cercano, otro más de la larga lista que nos ha arrebatado el cancer, el puto cancer.












Al instante recordé, tan solo unos días antes, una tarde junto a el, se le veía bien, con ganas de vivir, con fortaleza, como él decía: "que no me quiero morir, ¡ostias!". Esa tarde hablamos de todo, de política, de como estaba el país, de las noticias de esos días, de las vacaciones, de la familia y de todo en general, como siempre, era un gusto hablar con él, sinceramente, una de las personas más cultas e interesantes que conoceré a lo largo de mi vida.





Los más cercanos sabemos que no tuvo las cosas fáciles desde muy pequeño, pero supo plantarse con determinación y rehizo su vida con la persona que le acompañó hasta su último aliento. No puedo estar más agradecido a ella, que ha servido de apoyo incondicional para que su voluntad fuese inquebrantable hasta el final. Gracias a ello hemos podido disfrutar de él varios años más.





A pesar de esos vaivenes de su vida, siempre desprendía vitalidad, desparpajo, humor y cariño. Tengo grabado a fuego ese orgullo que mostraba cada vez que le daba alguna buena noticia, de que lo hacía de corazón, era sincero y se notaba. 





La última buena noticia que le pude dar fue el regalarle mis dos libros en papel y como, esa misma tarde, a pesar de que su estado ya no era bueno, los intentó devorar, me escribió durante horas al whatsapp, preguntándome y resolviendo dudas, comprendiendo cual era mi trabajo y que intentaba aportar en este mundo, lo conseguí, estaba feliz y yo de verle, aunque fuera un rato, evadiéndose de todo y disfrutando cada instante. Al cabo de las horas me dijo que ya no podía continuar más, que lo estaba intentando pero el puto cancer no se lo permitía, me pidió que le firmara los libros, ahí está mi espinita clavada, no me dio tiempo, le ingresaron, nos dijeron que estaba estable y que disfrutaríamos de él unos meses más, y de repente, se nos fue. Nos lo arrebató el puto cancer.





De él, me quedo muchas cosas que me guardo para mí, que las tengo grabadas a fuego al lado de muchas otras de las personas que se nos han marchando en estos malditos últimos años y meses.





Al menos ahora, he podido terminar de escribir estás palabras, quizá porque el caparazón es cada vez más duro o el alma se enfría. Quizá algún día pueda continuar escribiendo dos cartas pendientes de dos personas aún más cercanas, sin que ese caparazón se rompa en mil pedazos y el alma se retuerza de dolor.





De momento, su fortaleza y sus ganas de vivir están aquí, con los que le acompañaron hasta el final, sabiendo que desde arriba, junto a los demás, nos estará vigilando y estará pendiente de que jamas tiremos la toalla. 





Gracias por tanto y descansa en paz.









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