Cuando escribo me gusta no solo centrarme en detalles técnicos, en decir como poder hacer las cosas, las herramientas que podemos usar o que metodologías utilizaríamos, intento, de vez en cuando, profundizar en temas humanos, en temas personales y que deberíamos de cuidar para que nuestro trabajo sea cada día mejor.
En todos los sitios cuecen habas, hay victorias y hay derrotas, tenemos días en los que nuestro ánimo es bueno y otros días peor, al igual que nuestro carácter, somos humanos y por lo tanto actuamos como tales.
Independientemente de cómo nos hemos levantado, que problemas hemos podido tener fuera o a que dificultades personales nos enfrentamos, jamás deberemos de perder la sonrisa y la amabilidad.
Cuando, día a día, trabajamos codo con codo todos juntos, tenemos que mantener esa sonrisa, esa amabilidad y esa cordialidad que va a hacer que nuestra jornada laboral sea mucho más liviana, más llevadera y por lo tanto nuestro rendimiento aumentará exponencialmente, sobre todo cuando no nos comportamos como orangutanes (pobres animales, no tienen la culpa…).
No es lo mismo tener un problema e ir a preguntar o buscar ayuda y que te reciban con indiferencia, mal trato, prepotencia o mal rollo en general que atiendas a la gente con una sonrisa, amabilidad, intentes, al menos, mirarle a los ojos y notar que sus problemas y preocupaciones son compartidos y le puedes ayudar en lo que necesita. Creo que, además de que alguien tenga unos amplísimos conocimientos técnicos o profesionales, pierde toda su fuerza por la falta de este tipo de detalles, además que estamos dando una visión de menosprecio a los demás, que quizá, no es nuestra intención, pero esa persona es lo que se lleva. Si os soy sincero, es un verdadero asco ir a hablar con alguien de algún problema que puedas tener y que te trate con cara de acelga, no te mire ni a los ojos y apenas ni te salude o hable...
Un simple gesto como: hola ¿Qué necesitas?, mirar a los ojos y soltar, aunque levemente, una sonrisa, cambia drásticamente el trato y la visión que otra persona afín a ti puede tener de uno mismo, nos importen sus problemas o no. Creo que este simple y sencillo movimiento es el punto de inflexión entre ser un grandísimo profesional o solo ser un gran profesional.
Un grandísimo profesional no solo tiene que ser artífice de grandes logros, grandes conocimientos técnicos, grandes conocimientos, sino que tiene que tener una capacidad y una gran parte de humanidad, buen hacer, buen trato y positivismo en la relación. Esto es una de las grandes taras de nuestra humanidad, que dejamos salir a florecer lo peor de nosotros y lo pagamos con la gente que no tiene la culpa, aumentando así la negatividad que exportamos a los demás, mostrando nuestra frustración con el entorno que nos rodea (aunque no sea así) y hacemos que los demás se sientan incómodos con nosotros y con el mundo en general.
Personalmente intento cambiar esto desde dentro, a diario y me mentalizo todas las mañanas antes de llegar al trabajo para poder sacar lo mejor de mí y tratar a los demás de buena gana, ayudándoles todo lo que pueda y con una sonrisa de oreja a oreja. Algo que también intento exportar a mi ámbito personal, donde hay que cambiar el chip automáticamente y por muchos problemas profesionales que tenga, les resto importancia, no hablo de ellos y le intento brindar mi mejor cara (y no lo digo por mi apuesto aspecto :D ) y una gran sonrisa a diario. Creo que es algo que nos puede resultar muy fácil con cierto entrenamiento y mentalidad positiva.
Todo está relacionado con la calidad de la sonrisa que queremos ofrecer a los demás, cuanto más grande sea, mejor se sentirá la otra persona y mejorará exponencialmente el trato a los demás tanto profesionalmente como personalmente. No nos olvidemos que quizá la persona que tengamos al lado puede tener problemas mucho mayores que los nuestros, ayudemos todos a crear buenos entornos de trabajo utilizando un poco nuestra humanidad y buen hacer, ya sabéis, ¡la sonrisa por bandera!
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