Alcatraz o como evitar las fugas de talento


El otro día, viendo un documental en televisión me di cuenta de que la calidad y la ejecución de procesos van más allá de lo que aplico en mi día a día.








El documental era de Alcatraz, donde se hablaba de la fuga más famosa de la prisión federal de EEUU y de la serie de “ayudas” que tuvieron los presos a la hora de poder escapar.





La fuga, en realidad y tratando el tema que realmente nos interesa, fue una degradación constante de los métodos y procesos utilizados para los presos, un relajamiento en los diferentes trabajos de los carceleros y una serie de malas acciones en el método de trabajo que se aplicaba hasta la fecha. Por lo tanto, la calidad en general, descendió. 





Durante más de 25 años, en sucesivas fugas fallidas, los métodos y procesos de trabajo utilizados eran infranqueables, seguros y repetitivos, por ejemplo, pudiendo tener un control absoluto del número de presos y las acciones que realizaban. El proceso tenía unas pautas de calidad sobresalientes y eso se notó durante todo este tiempo, todo intento de fuga, fue desbaratado. 





Una vez que estas fugas iban siendo fallidas y el tiempo pasaba, el método de trabajo bajó el listón, por lo tanto, descendió su calidad, aflojando las pautas, siendo menos severas, dando más libertad de acción a los presos y dejando que la confianza se apoderase de la que llamaban “la roca”.





Esta confianza, que con el tiempo se convirtió en relajación y costumbrismo, hizo que tres presos idearan una de las fugas más famosas de la historia, se llamaban: Frank Lee Morris, Clarence Anglin y John Anglin.





Estos tres presos, escarbaron agujeros en sus celdas, construyeron “tapas” falsas con papel secado con la forma del agujero, para disimular y con el mismo método, construyeron unas cabezas falsas que hicieron de señuelo, como si estuviesen dormidos en la cama.







Esto es realmente similar a lo que puede suceder en algunos proyectos. En similitud, podemos decir que se pueden realizar fugas de talento.





Habitualmente, un proyecto comienza con un proceso de trabajo férreo, de calidad, impenetrable y que es seguido por los profesionales, paso a paso. En este tiempo, todo suele ir rodado. Poco a poco, el tiempo hace que podamos tomar una actitud costumbrista y esos procesos comiencen a relajarse, a ser más livianos, a no seguirse “a pie juntillas” y comienzan los problemas.





Con estos problemas empiezan los apaños, tapando agujeros y poniendo soluciones temporales a cosas que deberían de cerrarse totalmente. La calidad se degrada y esto hace que las cosas no funcionen correctamente. Como en la historia de Alcatraz, La fuga puede comenzar y con ella una pérdida de información, de talento y de personas, que determinará un goteo constante que puede hacer que un proceso se desmorone desde sus cimientos.





¿Qué debemos de hacer para que esto no ocurra? 





Lo primero es tener una constante optimización y mejora de los procesos y métodos utilizados, ajustándolos a las necesidades del proyecto, al tiempo actual y al momento en el que se encuentre. Por ejemplo, no es lo mismo una etapa de desarrollo de un proyecto, que una etapa de mantenibilidad o una etapa de evolutivos.





En segundo lugar, se necesita tener un proceso de formación y mejora de personas, dirigiendo el foco a que estas se encuentren arropadas y en constante ayuda para verificar sus necesidades. Para ello suele existir la figura de responsable de equipo de trabajo, que debe hacer reuniones periódicas para dar una cercanía a las personas con las que trata y verificar que todo sigue correctamente. Si no fuese así, aplica medidas correctoras para mejorar, entre los dos, esas necesidades.







Por último, tener mecanismos de control de calidad, indicadores de la misma y poder cubrir todos ellos con acciones personalizadas. Estas nos darán que mejoras o aportaciones daremos en el proyecto. Hay que utilizar KPIs o indicadores que nos marquen en cada fase del proyecto que todo sigue correcto o si no, enderezarlo para que el trabajo y esfuerzo realizado no acabe en fracaso absoluto.





Tenemos que pensar en la historia de Alcatraz, en el momento que los procesos, métodos o calidad de las acciones realizadas se degrada, se relaja o se pasa por alto algún punto. Esto afectará directamente al núcleo central del proyecto, haciendo que disminuya el interés, debilitándolo y produciendo, como ya comentamos antes, ese nivel de fugas de talento que tanto daño hacen a las organizaciones.



Lo que no se puede hacer, bajo ningún concepto es comparar el sitio donde se trabaja con Alcatraz, o sea, como una cárcel. En el caso de muchos lectores (o me imagino que será así) y en mi caso personal, la realidad del proyecto y del sitio donde trabajo dista mucho de ser una cárcel, todo lo contrario, es un sitio donde disfruto profesionalmente, donde aprendo cada día cosas nuevas, donde, también, los demás aprenden de mi y donde existe tal cantidad de talento que sería complicado describirlo en pocas palabras.





Eso si, lamentablemente también hay casos completamente diferentes del mio y cuando alguien ve el sitio donde trabaja como una cárcel, mi recomendación es que, dependiendo de las diferentes situaciones personales de cada uno, finalice la relación laboral ya que para que todo lo escrito anteriormente se cumpla, el profesional y la organización tienen que sentirse a gusto y beneficiarse mutuamente. 





Cuando perdemos la ilusión en algo, es mejor seguir caminos separados y cerrar la etapa positivamente. Bajo mi punto de vista, hay que evitar convertirse, profesionalmente hablando, en presos con juicios predispuestos por nuestras propias acciones. El sitio donde desarrollarnos profesionalmente tiene que ser un sitio donde encontrarnos a gusto y donde poder disfrutar del día a día si no, nosotros mismos podemos llegar a convertir la realidad en una “Alcatraz personal”.

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